lunes, 20 de junio de 2011

16 de marzo de 2004

El perro nos enseñó la lección,
y arrancamos de la pared la tabla del seis;
la crítica y el hambre nos hicieron darnos cuenta
del lento refulgir verde-amarillo de nuestra piel.
Si no hay lucha no hay victoria,
si no hay llanto no hay amor,
sin fe nuestra voz se ahoga
en un espejo de turbio dolor.
Araña las rejas de esta prisión,
busca a aquel del cual no sepas su nombre;
golpea, quiebra, resquebraja,
corre, salta, grita, exclama;
porque la voz es la individualidad del hombre
y la venganza un plato de miel envenenada.

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