martes, 21 de junio de 2011

003


Me arranco los días deshaciendo el camino que recorro cada noche de sábado
en esta especie de huida beat que he grabado a fuego en mis pupilas,
nada importa salvo esa infinita obsesión por el suelo que arañas al caminar.
El deseo en el que me consumo no es más que una furcia ilusión pasajera,
una asquerosa lujuria como disparos a quemarropa agigantada por el alcohol,
que se arrastra por mi espina dorsal quemándola con sus suaves dedos de mujer divorciada y en celo;
y mientras sus uñas bañadas en sangre y nácar desgarran mi carnívora voluntad
yo me hundo un poco más en sueños de palabras incompletas y saludos que no llegan.
Así, confundo cada leopardo que pasa a mi vera con la puesta de sol que dormía sobre tus ojos,
ahora ya no brilla como antaño:
la luz que desprendías se ha ido apagando teñida de un marrón sobrio e insustancial.
Tu magia todavía es preciosa,
pero más cara de encontrar en la oscuridad en la que estamos sumidos,
tiempos extraños que oscilan entre voluntades enardecidas y sexo a flor de piel.
Porque no puedo ni imaginar con quién respiras cada minuto sin querer morirme,
y podrías estar haciendo el amor con él todas las noches;
porque encontrarte requiere una fe absoluta e imperecedera,
una penitencia radical: arrastrar lo que queda de mi alma por calles ebrias y vacías,
rezando para que la luz desaparezca a mi paso de ángel perdido entre vasos de ginebra,
hasta mi sombra se avergüenza de lo que soy:
un Joker maldito,
abandonado y abofeteado por la Luna, incapaz ya de reírse del futuro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario