domingo, 17 de julio de 2011

El incendio

Provocado el fuego, sólo para verte arder,
para ahuyentar este frío,
y verte sentada acariciando mi pelo,
para que mis manos no te resulten tan extrañas.
Para que todo lo que te digo no sea mentira,
no sean más que promesas eternas,
que arda contigo esta realidad,
que de las cenizas resultantes
tiña el viento de gris nuestros corazones azules.
Vacío mi copa, sin brindis alguno,
extraño un poco tu desasosiego,
pero tus ojos hoy no arden,
me miran apacibles, compadeciéndome,
y me hacen sentir vacío y solo.
Odio toda esta calma, este silencio,
pero mi odio no vale nada,
siempre me decías adiós, anticipando la huida.
Añoro esa tibia comprensión maternal que me dabas,
como si algún día fuera a cambiar,
quizás eso es lo que esperabas y te cansaste,
aborreciste este naufragio compartido.
Hoy recurro a estas mal llamadas palabras,
mal descritos sentimientos,
perdido y confuso ante nuevos destellos de vida,
que se me escapan entre las resacas que colecciono.
Puede que sólo me quisieras como se quiere a un perro,
y por eso te fue tan fácil abandonarme.

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