martes, 26 de julio de 2011

Dedicatoria

                                 "... a la Alicia que fuí,
                                   y a la que quiere ser Reina..."
                                                        :)

A la Alicia que amé, y se convirtió en Reina,
a la más oscura de las leyendas,
a los cuentos de hadas y príncipes desterrados,
a mi infancia, a tu rizos dorados.
A los caballos fieles, flores de un día,
a los hechizos y a los magos,
a los besos que se dan a los sapos,
a la luz que aleja las tinieblas de mis días.
A la suave canción, de las chicas morenas,
a los ojos negros de algunas sirenas,
a las espadas, a los dragones, a las fieras.
A los versos robados a las musas,
a las más estúpidas excusas,
al lado oscuro de la luna.
A los héroes de cómic y sus villanos,
a las noches pasadas en vano,
a algunas fotos estivales, en verano,
a sol que calienta los huesos, las manos.
A las dedicatorias sencillas y repetitivas,
a creer en lo que dices cuando me miras,
a todas estas sonrisas.

3 comentarios:

  1. Al chiflado. Al poeta.
    Como disculpa. Me puede la vida.


    Quise quitarme la chaqueta, colgarla en el perchero en el que cuelgo los prejuicios, los llantos y esa mirada, y sentarme a escribirte algo de nuevo.
    Llevé a cabo todos los rituales. Las gafas, el café, la ventana. En orden, en orden inverso, y desordenados. Pero las teclas bailaban frenéticas, dibujando sombras tristes, gritos desesperanzados, sudores y terribles gemidos en su oreja.
    Me odié por ello. Por haber atascado las palabras en mis venas. Por regalárselas al viento, cada segundo, en lugar de escupirlas con tinta, de manchar los muros con firma, en lugar de inventármelo todo.
    Ahí están los poemas, en mi retina. Perdidos en el océano negro en el que me sumerjo y me ahogo. Perdidos al final, cuando me fallan las piernas y ya no puedo ni derretirme. Tan dentro que más adentro no existe nada. Ahí los tengo. Escondidos, recogidos, apretados, explotando. Cada segundo, a intervalos intermitentes.
    Los lloro. Los beso. Los añoro y los temo. Me chillan, me ladran, me pegan, me muerden.
    Y los callo y me ahogan. Y, sobre todo, me duelen.

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  2. Valió la pena esperar.

    Lo he leído ya más de cincuenta veces, y me queda toda la noche.

    Eres increíble, no sé cómo lo haces.

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