domingo, 5 de diciembre de 2010

Ruinas

Me arranco de las venas estas hojas en blanco de desencuentro,
de pérdida e inocencia,]
embadurnándolas con palabras desencajadas que tratan de explicarme quién soy
mientras pasan por mi pálida cara sus manos ensangrentadas, desdibujando mi sonrisa.

Sus brillantes miradas alcohólicas tratan de adivinar lo que pienso en mi destierro,
sus manos confunden mis sentidos mientras me arrastran hacia un oscuro precipicio,
y tengo vidas tan diferentes como los días y las noches.
A veces me pierdo y a veces me encuentro, pero nunca sé quién soy.

Me escapo de cada día inconscientemente, sumiéndome en un oscuro pasadizo ateo,
donde cada amanecer a tu luz resulta insoportable en frágiles destellos impuros,
donde cada mirada se olvida sodomizando cristales de absurda rotundidez asqueada.

Sus escasas muecas de desencanto sirven de yugo a mis ojos avergonzados,
sus pisadas de aliento inacabado y sus idas y venidas en carruajes plateados bajo el sol
sirven para recordarme que Alicia prefiere ver cómo me devoran los lobos en
una esquina del cuento.]

Y aún así no existe nada más bello que tu encuentro cada día,
aunque sólo valga para que sigas rezando a ese Dios olvidado en su templo,
perdido en la montaña,] ese Dios que no es más que la ceniza que arranco de mi cigarro cada sábado.

Todavía pago el pecado de una noche, tú sabes que los borrachos y los yonquis
nunca mienten:]
si no puedo encontrarte cada día en mis venas prefiero no abrir los ojos nunca más.
Mientras tanto los mantengo abiertos sol a sol, luna a luna, fuera de sus órbitas,
jamás volverán a dormir, jamás se cerrarán un segundo que pueda estar mirándote.

Por eso, en lugar de arrancarme tu recuerdo, rebusco entre la basura de mi vida
las migajas de la tuya,] y guardo desesperado cada estúpido momento que puedas haber vivido sin mi,
mientras me pudro abandonado, allá donde el cielo sólo conoce la luz y el alcohol.

Estos días repito los de otros años: cenas, óxido y tabaco, sin que nada haya cambiado,
con la misma sensación de derrota y miedo apesadumbrado, de deseos incontrolados,
de que por una vez,
al intentar agarrar tu mano,
el sueño termina con una sonora carcajada maníaca, desquiciada, psicótica,
desesperada, MÍA.]

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