domingo, 5 de diciembre de 2010

Dentro mismo del dolor

            Hay un mundo de ríos quebrados y distancias inasibles
en la patita de ese gato quebrada por un automóvil,
 y yo oigo el canto de la lombriz
en el corazón de muchas niñas.
  
Nueva York (Oficina y denuncia)
Poeta en Nueva York
Federico García Lorca


Este nido de lodo y viento se retuerce en cementerio,
banal, seco, Dios ha apartado su mirada de él,
cien siglos de frágil aleteo en sirena.
La cuchilla va rajando su camino a corta-vena,
despacio, muy despacio, lentamente,
tiñendo en rojo vida el agua estancada de los sueños,
donde vienen a beber y reír los niños perdidos.
Desgarrar con los dientes las cuerdas del fuego,
muro inoxidable y aislante y asilo y olvido,
demonio nacido de la falda a cuadros de una colegiala,
Cristo que resbala por sus medias hasta los zapatos.
Ante un mosaico, cuadro repetitivo, la mirada,
desdibuja cada instante hasta formar una masa negruzca,
que se clava en el recuerdo infantil de la nada.
Aullido y rasgueo mismo del aire, escombros,
silencio vencido ante tiernos garabatos,
cristal de bohemia escultura, griega, rojiza, anárquica.
El sabor de la sangre en los dientes, el beso del vampiro,
la obsesión en estallidos puramente eléctricos y nocturnos:
lujuria incontrolable en cada paso,
como si fueras a darte la vuelta,
como si estuvieras rezando de rodillas por mí.

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