domingo, 5 de diciembre de 2010

Eterno

Entre más de mil palabras una resonó clara y concisa:
ETERNO.
Sólo el humo que escapa de los barcos sin rumbo,
que se arrastran y especulan con el olvido,
puede oscurecer la piel del alma que grita enjaulada,
rodeada de vísceras y calor y mansedumbre.
Sólo el moho que cubre cada objeto que toca,
y la tierra que pisotea inconscientemente,
puede ensombrecer los ojos de la serpiente
que arrulla cada noche para dormir a los huérfanos.
Eterno,
como el amor prometido y no entregado,
como el descanso irremediable y no deseado.
Eterno,
como las lágrimas de los ángeles que guardan en sus tibias manos
el secreto de la razón;
como las cadenas de los esclavos que guardan en sus hambrientas manos
el secreto de la vida.
Y sólo el camino que se recoge vagamente sobre sí mismo
conoce el significado de la palabra: la verdad oculta.
Eterno,
¿quién dice?.
Eterno,
¿quién pregunta?, ¿quién responde?.

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