domingo, 5 de diciembre de 2010

Auditoría

El unicornio cabalga por mis venas
buscando el azul mismo en tu piel:
el reflejo del cielo, el regalo de tus ojos.
Un frágil misticismo de cuento de hadas,
una zigzagueante luz en mitad de la nada.
La mano en el hombro, el calor,
la pequeña y nerviosa sonrisa,
la forma que tienes de ser mi Dios.
En tu paso vacilante, amaneciendo,
se distingue la sorpresa y el cariño,
pero sobre todo la ternura.

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