lunes, 15 de agosto de 2011

Princesa

A veces me duermo en tus pisadas en el barro,
buscando la forma de recordar el camino a casa,
una luz entre el agua y el frío,
una forma como cualquier otra de destino.
Y sueño que acaricio de nuevo
muchas de las cosas que te escribí,
y noto un tacto como de caricia de tu pelo,
de tu manera de cruzar las piernas, sentada en el sillón.
A veces me duermo muy temprano,
en un afán por encontrarte de repente en una esquina de mis sueños,
como cuando me esperabas, y yo llegaba tarde,
y te pedía perdón.
Voy puliendo mis recuerdos, los tuyos, los de las demás,
hasta que ciertas aristas se conviertes en verdades,
aquí, en las huellas de tus pies en la playa,
en el viento, en el sol, en el salitre, en el humo,
recuerdo ya muy pocas cosas,
pierdo la fe para inventar otras.
Me derrumbo un poco cada día,
encontrando ruinas en mi almohada,
en lugar de tu pelo, tus pestañas;
añoro un poco, quizás, hasta tu último desconsuelo,
tus idas y vueltas, tus maletas en la puerta.
Por eso a veces me duermo en tus pisadas en el barro,
son reales, aunque considere injusto recordarlo.

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