lunes, 1 de agosto de 2011

El dos de agosto

Calor, y respiro telarañas,
arrastro mis dedos por el ataúd de tierra y fuego que me han regalado
los últimos 25 años entre los árboles.
Y uno a uno, todos estos pájaros mudos de alas se me van muriendo,
los colecciono en vitrinas rotas y ensangrentadas,
entre mis botellas de ginebra y los restos de hierba sin fumar.
Y la huida amanece más cercana, y comienzo a ver
restos de tus pasos rondando mi casa,
y no sé cómo no te atreves a desaparecer para siempre, como las demás.
Aborrezco apagar colillas en ceniceros con forma de gato,
y beber en vasos con forma de gato,
y comer comida para gatos.
Y no encuentro aún el siguiente lugar,
se me escapa en forma de fosa común, dónde ya he dormido.
Tiro el agua, y la pisoteo furiosamente hasta que se convierte en mil lagartos,
en éter, y reptan y escapan como los demás,
hartos de mis ojos.
Me doy la vuelta, y ya no veo nada que me ate aquí,
no reconozco tu voz, y mucho menos la mía,
y todo lo dicho es polvo y mentiras,
mordazas y mugrientas mentiras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario