lunes, 24 de octubre de 2011

Cumpleaños

Un huracán perdido en un callejón abandonado,
esperando el primer café: quizás sí lo hago para que me mires,
atornillando los clavos en mi ataúd de seda y tinieblas,
recogiendo los pedazos de este mal sentido mañana.
Quizás mi voz no sea la voz de ese viento ensortijado en tus días,
y esos mismos días, quizás, no sean del todo ciertos:
siempre hubo noches de luna llena peores y tristes.
Una espesa avalancha de verdades mal pronunciadas entre el papel,
la rutina de planificar el miedo y la duda: las noches insomnes frente a la llama,
repitiendo una y otra vez el mismo rasgueo bastardo en mi guitarra,
fumando inquieto en mi terraza.
Tal vez sea ese mismo cumpleaños esquivo que tengo clavado en la una,
y esta búsqueda de una bomba de relojería perfecta,
que destroce lo único que resta por destrozar:
ella será la que lleve de la mano al lobo hasta su propia suerte.
Entre la flora fraudulenta que nos alimenta a diario escarbo buscando lo inexcusable,
la mentira, por favor, la mentira,
la verdad es demasiado real: aquí, ahora.
Y la grieta en la pared se va haciendo demasiado perfecta,
demasido incendiaria y preciosa:
casi puedo acariciarla en estos 180 gramos de vinilo negro y adusto como tus ojos.
Así, entre la huida y el agujero,
Alicia y el conejo se han visto perdidos,
alumbrados tan sólo en la oscuridad por la sonrisa irredenta del gato.

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