sábado, 24 de septiembre de 2011

Primer sábado

Nada más irte, al cerrar la puerta, suspiro. Y pienso en que, pase lo que pase, no debo asomarme a la terraza. Y mi casa me da un poco de asco, así que cojo el teléfono y escapo de allí, aunque me aterra regresar. Y llego a otra casa, llena de gente, y no evito escribirte una verdad pequeñita, como todas las últimas. y veo algo de fútbol, y pido de cenar, y me río, y hablo con la gente de cosas mucho menos divertidas, románticas, mágicas, especiales.

Me conecto un rato, escribo tratando de devolver el favor, de devolver el milagro. No dejo de pensar en cada palabra, cada cigarro, cada silencio. Me gustan mucho nuestros silencios, que acaban casi siempre con mi nueva frase preferida, o con una carcajada, o con una nueva taquicardia que me obliga a decir algo.

Así que, a pesar de que no estoy para estas cosas, dejo un post nuevo, para ver si te arranco una sonrisa, y si  aparece algún comentario.

P.D. Me cuesta, pero decidiré la película, lo prometo. Mañana será el día.

2 comentarios:

  1. Mi parte favorita es que pienses que, pase lo que pase, no debes asomarte a la terraza.

    Con eso me rajaste una sonrisa :)

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  2. Salí a la terraza a fumar. Ya sólo las luces de las farolas iluminaban la calle. Los árboles hacía poco que comenzaban a regalar alfombras otoñales a la calzada, y los faros de los coches dibujaban formas serpenteantes. Al fondo, la Concatedral, y a la izquierda, los buques del ejército. Adoro la calma de sentirme en los tejados, por encima del mundo.

    Los bichos, silenciosos y en manada, me molestaron todo el tiempo.

    Al terminar el vicio interminable, entré cerrando tras de mi la puerta. La casa, resumida en el suspiro que encierran estas cuatro paredes, guardaba ese calorcito tierno de sofá y manta. Dejé a un lado las zapatillas y volví a mi fortín de café con leche y dedos enredándose en la alfombra.

    Al acariciarla, la lámpara se iluminó para mi, con sus colores ocre de duermevela.

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