miércoles, 1 de febrero de 2012

Lás sábanas tiradas en el suelo

Aquí, este torbellino enmadejado en mis manos, buscando una salida,
aquí mi princesa de cuento encandenada a sus férreas convicciones:
aquí, aquí y ahora,
aquí en esta inquieta manada de leones.
Mantengo aún la fe absoluta que cauteriza en cobre mis heridas,
mi fe en el mundo, pero sobre todo en tí,
en tu sexo abierto llamándome a gritos acuosos y amargos,
en tu boca que acoge mi propio sexo hasta se que corre:
mi fe en todos y cada uno de los versos que susurra Cohen.
Aquí todo lo demás se escurre entre el humo y las lágrimas,
en el punto exacto entre el naufragio y los abrazos:
mi alma de lobo tiritando entre tus labios,
y la bofetada de realidad que supone la canción de la chica de los ojos marrones,
aquí saltamos de la cama al suelo, al cielo,
sabiendo que todo acabará como empezó: lenta y dulcemente.
Busco lamer la calidez del chocolate y la brisa entre tus piernas,
y el tequila y la ginebra que resbalan entre tu cuello hasta tus pezones,
busco lamer tu nuca, y que respires en mi cuello:
busco pisotear, follarme cada uno de tus miedos.
Y aquí, esta palabrería orfebre y esquelética,
de paso fúnebre y tranquilo:
nunca había sido tan feliz, nunca me había reído del olvido,
aquí, tal vez, por una vez,
encuentre lo que siempre había querido.
Las estrellas ya no son estrellas,
ni la luna luna,
todas las canciones hablan de mí mejor que yo mismo,
y un lugar oscuro y mágico me atrapa en sueños,
un mundo en el que no encuentro dónde caerme muerto,
no encuentro la forma de convertir en cristales los recuerdos:
no quiero salir.
Aquí, una vez más,
recorrer el mismo camino rodeado de lobos,
llevando de nuevo tu mano agarrada a la mía,
somos peores que ellos,
ahora los lobos somos nosotros.

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