domingo, 19 de febrero de 2012

Hogares

Hay algo en ese rincón olvidado por tu mirada
que se escapa lentamente cada día, y cada noche,
algo pequeño y asustado, entre el mundo y el frío:
un hogar de palabras infinitas,
un paseo entre las ojeras.
Hay, posiblemente, cien instantes para recordar a cada paso,
en cada momento de pérdida y hastío,
hay caminos ocultos y joyas imperecederas,
unas manos, un disfraz, una sonrisa;
hay mañanas de domingos sangrientas y esquivas:
hay preguntas y respuestas,
hay caricias,
y existe una luz que no sólo calienta e ilumina,
que no sólo impide que vuelva a ser de noche:
existe una llama indestructiblemente débil
en la que refugiarse cuando el huracán se vuelve calma;
sé que hay unos ojos que se adaptan,
sé que unas medias no significan nada,
sé que mil millones de regalos no cambiaran mis palabras:
te quiero,
lo siento,
gracias.
Hay unas sábanas tiradas en el suelo,
y olor a café en la terraza,
hay distintas formas de imaginar el cielo:
para mí todas ellas se reducen a un vestido y sus zapatos,
a risa incontrolable y meláncolica,
a ojos que se van convirtiendo en maullidos y arañazos.
Siento golpear a veces con sueños nuestros miedos,
siento imaginar lugares que no encuentro,
hay una huella imborrable para cada uno de nuestros pasos,
y nuestros pasos nos han llevado aquí,
a una sensible y mágica guarida de lobos,
dónde tan sólo tratamos de ser lo que somos:
animales, personas, versos, fotos.
Y siento que tu espalda sigue siendo la espalda dónde duermen mis versos,
y siento que en tus ojos he encontrado mis sueños,
las palabras, la vida, el deseo, el tiempo,
el humo, las canciones, los abrazos:
dos gatos fumando en nuestro tejado.

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