domingo, 26 de febrero de 2012

Domingo, otra vez

Domingo, otra vez
y la luz que entra por mi ventana no alumbra nada,
nada absolutamente,
pero sí lo hace tu recuerdo.
Y la tarde, y la noche,
se van entre intervalos de sueños,
entre períodos de dos o tres horas,
en los que me asomo al mundo,
y el mundo está vacío.
Domingo, otra vez,
y mantengo mis manos agarradas a la esperanza,
que se ríe de mis uñas pintadas,
que encuentra divertido mi propio abismo,
y tengo miedo del miedo,
y tengo miedo del silencio,
tengo miedo de haberme perdido.
Domingo, otra vez,
y espero a que el día se enturbie en diferentes tonos,
espero no haber asustado a los gatos,
no romper su independencia:
espero no perder la confianza que une nuestros lazos.

1 comentario:

  1. En las entrañas de la noche comencé a escribir sin mesura.
    La poesía que llevaba tanto tiempo callada
    no pudo evitar explotar de nuevo
    y manchar otra vez de tinta todas mis esperanzas.

    Me sentí de nuevo vacía, desnuda e inquieta.

    Imaginé paraísos oscuros de cafés y bajamares eternos,
    de invierno en un pueblo costero.
    Imaginé la soledad en compañía.

    Y me sentí grande, y pequeña, gigante y diminuta
    y nunca de mi tamaño
    Y me sentí cerrada e inconclusa, y abierta.
    Y me sentí desordenada.

    Las formas de este nuevo mundo que construimos diagonal
    con frecuencia me abruman y desconciertan.
    A todas partes se llega subiendo millones de escaleras.

    Y siempre es el mismo mito que cuentan todas las fábulas.
    En todas me pierdo, me encojo o muero devorada.

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