domingo, 6 de noviembre de 2011

Desastres

El verdadero desastre es el naufragio, el silencio,
el mundo que me rodea:
mentir cuando digo que aún te quiero,
decir la verdad cuando lo niego.
La carcajada inútil e infantil,
y estos celosos aullidos que se me pudren muy hondo,
el desgarro, la llama, la ferocidad en el golpe:
distraerme pensando en tu nombre.
Y la crisis, siempre la crisis,
que me arranca tu sonrisa,
el desafío a la lógica y las canciones que ya se han escrito
para tí, para nuestro rito.
El verdadero desastre ocurre cuando niego tu piel,
en las cadenas que me atan, que había jurado mías,
cuando tengo que cerrar los ojos y desaparecer:
llorar el incendio en mis estrellas, al amanecer,
cuando olvido haber enterrado a mi familia.
Los desastres se me acumulan día a día,
jugando a ser cada vez más insoportables,
con los primeros rayos de luz a medianoche,
con la espera en un rincón:
aferrado en un recuerdo que ya no es mío,
me pierdo atravesando solo el escalofrío.
El desastre único y desamparado crece en mi interior,
buscando el día perfecto para estallar
y llevarse todo por delante:
acrecentando el vacío en mi copa y mi cigarrillo,
en mi mundo, en mi noche, en mi frío.
Y no habrá mal que por bien no venga,
y no habrá bien en absoluto:
tan sólo quedará la pérdida, la miseria,
las promesas vestidas de luto,
todos los días serán noches de difuntos.
Y créeme cuando digo que partiré las palabras,
que abandonaré mi guarida,
ten claro que prefiero cortarme las alas,
cerrar los ojos, restañar las heridas:
las mayores desastres vienen de las mentiras.
No hablo de lunas ni tijeras,
y la plata se me escapa en bocanadas de aire confuso,
el papel de regalo es lo primero que se rompe,
el envoltorio tan sólo envuelve órganos imperfectos:
sangre, orgullo, misterios.
Sobrepasar en cada desastre la imagen dada,
escribir con disparos los poemas y los cuentos,
negar la hoja en blanco en un insolente favor al loco:
pedirles a los gatos que dejen de vivir solos.
El verdadero desastre es el final del camino,
el final de todo aquello que has querido,
el final, tan sólo es el principio.

2 comentarios:

  1. Reconozco historias que han pasado. Y le arañaré horas al día para releerlo hasta la saciedad, buscando las que tendrán lugar. Intentaré buscar intenciones a la declaración, y valorar si en efecto eres optimista.

    Hay un verso que no se a quién escribes, que sé que taladrará mi cabeza toda la semana. Palabras que tocan secretos que uno lleva dentro, y que se incomodan cuando los mencionas de soslayo.

    Espero captar que es más bien un resumen. De las historias, de los disparos, de las noches de literatura. Espero que tus desastres no escondan abismos en los que me abandonas. Podría soportar muchas cosas, menos eso. Eso sería lo único que no soportaría.

    Me dan miedo los desastres.

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  2. Hay veces en las que chillaría hasta provocar el desastre. Con furia, con ira, con todo el fuego contenido. Y mataría por saltar desde tu ventana al vacío. Por olerte tan cerca, por enredarme en tu pelo. Por deshacer con la lengua la pana de las coderas. Hay veces en las que chillaría. Loca, profunda, desatada. Hay veces en las que sonríes, y tu sonrisa es el desastre.

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