domingo, 13 de noviembre de 2011

Atardeceres, oscuridad

Van a ser las seis y oscurece,
y echo de menos tanto tus uñas en mi espalda,
como tu lengua en mi cuello:
el aire quebrado que escapa por tu boca,
tu piel, tus entrañas, tu sexo.
Como si al estar sentada humedecieras tus labios,
como si retrasaras un último aliento,
deshaciendo tu alma entre gritos y jadeos:
el humo del cigarrillo y la marihuana,
que siguen esperando en el cenicero,
las marcas del pintalabios en la copa,
el rímel negro desdibujando tus ojos,
la caída, el grito, la tierra, la aurora.
La última vez ya no estabas en celo,
y sonreías a cualquiera que quisera verlo,
aullando apagada como las lobas al cielo,
ya no creías en las lunas a ras de suelo
que reflejo en los charcos de mi vida.
Echo de menos clavar mi mirada en tu alma,
la última vez no quise hacerlo,
ya no me querías,
yo ya no te quiero,
hablamos de nombres, de excusas, de miedos:
son más de las seis, decías,
ya está oscureciendo.

1 comentario:

  1. Sonrío al pensar que, el ocho de noviembre, todavía no sabía nada sobre regalos increíbles.

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