sábado, 26 de noviembre de 2011

El sol

El sol,
este sol que se desliza tembloroso entre la lluvia torrencial,
entre este místico y arruinado huracán de palabras,
sorteando el desastre, el abismo:
los dedos que acarician fugazmente las teclas del piano,
los que aprietan el gatillo de la pistola en mi sien.
El sol que se escurre entre el humo infinito de mis días,
ocultándose de las pesadillas que pueblan mis noches,
oscilando, arrastrándose a través de mi verde drogadicción,
convirtiendo la luz en la llama que desangra mis manos,
prendiendo fuego a todo cuanto me rodea asustado.
El sol que alumbra tu acento susurrante,
que ilumina tus últimas palabras.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Inconscientemente los rugidos

Perdón por dejar morir a los leones,
por encontrar nuevas canciones,
por firmar mis declaraciones,
por aparentar, por hablar, por disimular,
por contradecir y negar mis intenciones.
Perdón por una semana sin títulos,
por convertir los espejos en añicos,
por permitir silencios pequeñitos,
por darle vueltas a cosas que no tienen fe,
por escribir un mapamundi de abismos.
Perdón por no saber estar callado,
por temer hablar demasiado,
por no intuir que hablo demasiado,
por las etapas,
por no alegrarte las mañanas,
perdón por hacerte pasar malos ratos.
Perdón, de nuevo, perdóname,
por no escuchar los aullidos,
por buscar inconscientemente los rugidos,
por hacer que tengas que decir lo que digo.
Perdón, de nuevo, olvídame,
tan sólo se me olvida este maldito olvido,
se me olvida que aún tengo mis discos,
perdón por no sonreír,
perdón por haber sonreído,
por olvidarme de vivir.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Atardeceres, oscuridad

Van a ser las seis y oscurece,
y echo de menos tanto tus uñas en mi espalda,
como tu lengua en mi cuello:
el aire quebrado que escapa por tu boca,
tu piel, tus entrañas, tu sexo.
Como si al estar sentada humedecieras tus labios,
como si retrasaras un último aliento,
deshaciendo tu alma entre gritos y jadeos:
el humo del cigarrillo y la marihuana,
que siguen esperando en el cenicero,
las marcas del pintalabios en la copa,
el rímel negro desdibujando tus ojos,
la caída, el grito, la tierra, la aurora.
La última vez ya no estabas en celo,
y sonreías a cualquiera que quisera verlo,
aullando apagada como las lobas al cielo,
ya no creías en las lunas a ras de suelo
que reflejo en los charcos de mi vida.
Echo de menos clavar mi mirada en tu alma,
la última vez no quise hacerlo,
ya no me querías,
yo ya no te quiero,
hablamos de nombres, de excusas, de miedos:
son más de las seis, decías,
ya está oscureciendo.

El monstruo soy yo

Este sol de mil cruces infinitas que me ciega la vida,
estas aristas por la que paso mis dedos,
que acaricio como si fueran tu piel,
como si fueran la piel de todas las demás que han huido.
Ya no habrá más mentiras ni más días,
he roto el futuro como se rompe la línea entre nuestros ojos,
como el cigarro que desenredo de tus noches,
como el gato atropellado en la carretera.
He pasado de la risa al entierro,
y me odio tanto como os odio a vosotros,
el zig-zag y el espanto, el dibujo que has emborronado,
el jardín en el que me pierdo,
la vuelta al pasado,
no soporto verme reflejado en el cielo.
Busco el mar como busco tus pasos inquietos,
y sólo encuentro en ambos sal,
la tristeza, el miedo, el sufrimiento,
mis palabras son palabras llevadas por el viento.
No consigo arrancar del todo este momento,
en el que pensé no dar marcha atrás,
en el que decidí deshojar mis árboles muertos,
sin saber cómo sus hojas desgarrarían mi suelo.
Y la pérdida no es más que pérdida,
es tan sólo el mismo desconsuelo,
la misma sucia paz en la misma sucia derrota,
tú, como ellos, sólo me escuchas cuando miento.
Callando más de lo que entiendo,
cruzo la línea de lo prohibido,
y descubro más y más paz y más derrota,
descubro que no creo nada de lo que siento.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

La voz de los miércoles dormidos

Mientras acaricio los días,
y relamo estos diez últimos céntimos en sombra,
mientras pienso en absolutamente nada.
El relámpago quiebra mis noches más a menudo de lo habitual,
sueña con verte panza arriba, arañando lo que queda de cielo,
yo sueño con provocar a esa psicópata que llevas dentro,
tan dentro que sólo la intuyo,
y quiero emborracharme y acostarme con ella,
sabiendo que no existirá por la mañana.
Porque el redoble de tambor anuncia la llegada del sueño:
la acróbata, la contorsionista,
la coincidencia mágica e inasible que pasa las páginas de mi vida.
Porque el humo oculta las palabras y las sonrisas:
es mi nuevo mejor amigo, mi droga y mi consejo,
es la esquina doblada del cuento que escribes en una libreta nueva.
Ahora grito en silencio, rio en silencio, maúllo en silencio,
guardo mi voz como un milagro, nuevo y pasajero,
ya no aullamos: ahora rugimos.

martes, 8 de noviembre de 2011

Nueve - Enrique Bunbury

Hilaré un lazo sagrado
entre la chica, la ciudad y yo
así rimarán nuestros pasos
y la intensidad será la solución

oro es su piel
nueve es su nombre
y pongo a sus pies mis venas
para que mi sangre sirva de limosna
lo que abrevien las distancias
lo engrandezca mi memoria

los demás son los otros
ajenos a nuestra máscara perfecta
por lo menos ya no estamos tan solos
rompe mis ataduras y me liberas

oro es su piel
nueve es su nombre
y pongo a sus pies mis venas
para que mi sangre sirva de limosna
y lo que abrevien las distancias
lo engrandezca mi memoria

Enrique Bunbury
Radical Sonora

domingo, 6 de noviembre de 2011

Desastres

El verdadero desastre es el naufragio, el silencio,
el mundo que me rodea:
mentir cuando digo que aún te quiero,
decir la verdad cuando lo niego.
La carcajada inútil e infantil,
y estos celosos aullidos que se me pudren muy hondo,
el desgarro, la llama, la ferocidad en el golpe:
distraerme pensando en tu nombre.
Y la crisis, siempre la crisis,
que me arranca tu sonrisa,
el desafío a la lógica y las canciones que ya se han escrito
para tí, para nuestro rito.
El verdadero desastre ocurre cuando niego tu piel,
en las cadenas que me atan, que había jurado mías,
cuando tengo que cerrar los ojos y desaparecer:
llorar el incendio en mis estrellas, al amanecer,
cuando olvido haber enterrado a mi familia.
Los desastres se me acumulan día a día,
jugando a ser cada vez más insoportables,
con los primeros rayos de luz a medianoche,
con la espera en un rincón:
aferrado en un recuerdo que ya no es mío,
me pierdo atravesando solo el escalofrío.
El desastre único y desamparado crece en mi interior,
buscando el día perfecto para estallar
y llevarse todo por delante:
acrecentando el vacío en mi copa y mi cigarrillo,
en mi mundo, en mi noche, en mi frío.
Y no habrá mal que por bien no venga,
y no habrá bien en absoluto:
tan sólo quedará la pérdida, la miseria,
las promesas vestidas de luto,
todos los días serán noches de difuntos.
Y créeme cuando digo que partiré las palabras,
que abandonaré mi guarida,
ten claro que prefiero cortarme las alas,
cerrar los ojos, restañar las heridas:
las mayores desastres vienen de las mentiras.
No hablo de lunas ni tijeras,
y la plata se me escapa en bocanadas de aire confuso,
el papel de regalo es lo primero que se rompe,
el envoltorio tan sólo envuelve órganos imperfectos:
sangre, orgullo, misterios.
Sobrepasar en cada desastre la imagen dada,
escribir con disparos los poemas y los cuentos,
negar la hoja en blanco en un insolente favor al loco:
pedirles a los gatos que dejen de vivir solos.
El verdadero desastre es el final del camino,
el final de todo aquello que has querido,
el final, tan sólo es el principio.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Franela

Sentada, las piernas cruzadas se balancean,
y en la luna se reflejan los charcos mientras fumas,
una diosa egipcia se despereza pidiendo comida,
la franela se mueve mientras te mueves,
y las rayas infinitas bailan y se agitan,
hacen que el resto del mundo parezca más cálido.
Franela, la obsesión por encontrar algo más,
el boceto en tu cuaderno, la palabra en tu vida,
un trocito de lo que eres, de lo que serás,
mientras más y más minutos se agitan en el reloj,
tratando de recordar qué hiciste ayer,
qué harás en el frío, en la noche, en el mundo.
Franela, las sílabas que arrastran mi lengua,
la sonrisa vertical,
y, en la calle, los saltos que preceden los nuevos pasos,
nuestro alrededor es mucho más gris,
menos obsceno que tu pijama.
Franela, la persecución del sueño,
pero también la caricia y la huida,
el gesto inconsciente de los dedos en la tela,
la tristeza y la melancolía.
Franela robada,
encinta de un nuevo espíritu indomable,
franela de rayos de sol por la mañana,
descubriendo líneas dispersas en tu cama,
la fotografía entre otoño e invierno,
una tierna súplica a las hadas.
Franela, viento en cascada,
y la magia oculta en tus ojos y tus abrazos,
la pelea por la calma,
huracán viajero y ambulante y políglota,
franela, no existen las palabras.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Miedo

Miedo en 20 segundos extraños y repetitivos,
con la araña en mis ojos, y la pérdida aún reciente:
buscando las palabras.
Sólo busco romper en pedazos el mundo,
quebrarlo como me ha quebrado él a mí,
deshacer el hechizo bajo la mirada atenta de la luna,
tan sólo protegerme de cuanto me rodea.
Miedo, y desesperación que me araña la cara,
que aúlla en mis oídos todas las veces que te has ido,
recordando la caída.
Reconozco el viento que mece tu pelo,
los cordones de tus botas tiradas en el suelo,
supongo que las tijeras.
Miedo, y me maldice mi casa ciegamente,
como los antiguos pájaros, como la sombra,
el mundo se deshace de mí, como yo me deshago de él:
enterrando a los muertos,
soñando con ellos.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Finito

Finito, como esta jauría de palabras inconclusas,
como esos rincones alucinados llenos de tesoros faltos de cariño,
finito, como estas madrugadas, como estas mañanas,
como tantas tardes que vibran, tiemblan y maldicen.
El último término, el fin mismo, la despedida,
finito, como la alevosa y nocturna vuelta a casa,
como todo lo que tiene algún sentido,
finito como el fondo de tus ojos cuando susurras.
Las canciones que desgarro a gritos,
y el gato que me persigue en sueños,
finitos son los lunes, los viernes, las cicatrices,
las cuerdas de violín que desenredas en tu pelo,
finitos son las enfermedades, las manchas en el suelo:
finitas son las veces, todas las veces,
que me pierdo y te encuentro.

martes, 1 de noviembre de 2011

Quiero

Temer de nuevo a las brujas y a los dioses,
como hasta ahora he temido tus ojos y tus palabras,
compartir destino bajo las estrellas,
prender en gráciles llamas este insípido cielo azul,
y esnifar sus cenizas riendo a carcajadas.
Esta razón sin motivo, esta furia compartida,
como si de un nuevo murciélago se tratara,
como si cien frases desdibujaran tu sonrisa:
la última navaja se quebró contra mis venas,
soy la triste solución a todos mis problemas.
Porque esta magia que respira a nuestro alrededor
no entiende de días y noches,
no entiende de humo y prisas,
la luna y la guillotina nos hacen a todos iguales:
y a los que no, nos unen contra ellos.
Así, quiero temer de nuevo al sol y a la vida,
a las sombras que oscurecen mis paredes,
al viento,
en lugar de fumar y reirme con ellos,
encarar el mal tiempo, y el bueno:
quiero, quiero, quiero y quiero.